Los Mil Hijos, N.º 12 by Graham McNeill

Los Mil Hijos, N.º 12 by Graham McNeill

autor:Graham McNeill [Graham McNeill]
La lengua: spa
Format: epub
editor: MINOTAURO
publicado: 2016-06-09T00:00:00+00:00


—Prospero es un paraíso —empezó a contarle Ahriman—. Es un planeta maravilloso lleno de luz y de belleza. Sus montañas se alzan como unos inmensos colmillos de un blanco brillante. Sus bosques son verdes más allá de lo imaginable, y sus océanos están rebosantes de vida. Es un mundo devuelto a su gloria, y no siempre ha sido así. Mucho antes de la llegada de Magnus, Prospero estaba prácticamente abandonado.

Ahriman bajó una caja de hierro colado del estante superior de su librería y la colocó encima de la mesa. Abrió la tapa y dejó a la vista un cráneo grotesco de origen alienígena. La superficie era oscura y brillante, como si la hubieran lacado. Tenía unas mandíbulas alargadas y extensibles, y detrás de ella se veían dos enormes cuencas oculares. Recordaba vagamente a un insecto, y era absolutamente repulsivo.

—¿Qué es eso? —le preguntó Lemuel al mismo tiempo que torcía la boca en un gesto de asco.

—Es el exocráneo conservado de un psiconeuein, un depredador alienígena originario de Prospero.

—¿Por qué me lo enseñáis?

—Porque sin estas criaturas los cultos de los Mil Hijos no existirían.

—No lo entiendo.

—Te lo mostraré —dijo Ahriman al tiempo que sacaba el cráneo de la caja. Luego se lo ofreció a Lemuel—. No te preocupes. Está muerto desde hace mucho tiempo y su aura residual desapareció hace mucho en el Gran Océano.

—A pesar de eso, no, gracias. Esas mandíbulas parecen capaces de arrancarle de cuajo la cabeza a una persona.

—Lo son, pero no eran lo que hacía tan peligrosos a los psiconeueins. Su arma más poderosa era, y es, su ciclo reproductor. Las psiconeueins hembras se ven atraídas por las emanaciones psíquicas y poseen una fusión rudimentaria de poderes telepáticos y telekinéticos. Cuando se encuentra en período fértil, la hembra proyecta psíquicamente un puñado de huevos en el cerebro de cualquier ser con la mente desprotegida, es decir, vulnerable al poder del éter.

—Eso es asqueroso —exclamó Lemuel, realmente horrorizado.

—Pues eso no es lo peor.

—¿Ah, no?

—Ni por asomo —respondió Ahriman disfrutando de forma evidente de todo aquello—. Los huevos son pequeños, no mayores que un grano de arena, pero a la mañana del siguiente día eclosionan y comienzan a alimentarse del cerebro de su huésped. Al principio, la víctima no siente más que un leve dolor de cabeza, pero para cuando llega la tarde, la agonía es insoportable y va enloqueciendo de un modo imparable a medida que su cerebro está siendo devorado desde el interior. Al caer la noche, la víctima habrá muerto, y lo que alberga su cráneo es una masa de gusanos gordos. Esas larvas tardan pocas horas en dejar el cadáver limpio de toda carne, y luego buscan un lugar oscuro en el que convertirse en pupas. Al día siguiente, salen convertidos en adultos, listos para cazar y reproducirse.

Lemuel sintió que se le revolvían las tripas, y tuvo que esforzarse para no imaginar cómo sería el dolor agónico que sentiría si una horda de parásitos comenzara a devorarle vivo el cerebro.

—Qué modo tan horrible de



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